Soy adicto a la lectura. Leo todo lo que llega a mis manos, porque simplemente amo leer.
Hace unos cuantos años, leí dos historias que me impactaron profundamente, cambiaron el rumbo de mi vida y me llevaron a tomar decisiones que llenaron mi corazón.
Quiero compartir con ustedes una de ellas, y si alguien la leyó, sepa disculpar si no es exacta, no la tengo a mano para copiarla, por lo que la voy a contar tal como la recuerdo.
La historia se desarrolla a principios del siglo veinte (cambalache) en el sur de Francia, antes de la primera guerra mundial, en 1912 aproximadamente. La cuenta el protagonista, un joven que al terminar sus estudios en París decide recorrer su país como mochilero con el fin de conocer su patria antes de decidir que estudiaría en la Universidad.
Cuenta el franchute que al internarse en el sur de Francia, el paisaje empezó a cambiar. La desforestación incontrolada había dejado a toda la zona convertida en un páramo. Los grandes bosques desaparecieron para dar lugar a la agricultura, la cual luego de años de explotación indiscriminada, empobreció a la tierra quedando inservible para los fines de los hombres.
En resumen, primero se fueron los árboles, después los animales pequeños que vivían en los árboles. Mas tarde se fueron los animales grandes que cazaban a los pequeños. Con la tierra agotada, ni los insectos tenían nada que hacer, así que las aves, sin bichos ni semillas, también hicieron las maletas.
Ahí fue cuando se empezaron a ir los humanos, a convertirse en infrahumanos, viviendo a los lados de las grandes ciudades y formando así los primeros cinturones de pobreza.
Cualquier parecido con Paraguay no es mera coincidencia, es solo la demostración de lo estúpidos que somos, incapaces de aprender de los errores que otros cometieron.
Volviendo a la historia, nuestro amigo estudiante cuenta que la zona parecía una locación de esos western's que se desarrollan en zonas desérticas llenas de pueblos fantasmas, donde el viento pasea ramas secas con forma de ovillo para gatos.
Fue así que este joven llego una tarde a la cabaña de un pastor de ovejas, quien le dio un lugar donde dormir y una comida caliente.
Como estaba cansado del largo viaje, y el pastor era muy hospitalario, se quedo varios días para reponer fuerzas a fin de seguir su peregrinaje.
En esos días observó que cada noche, el pastor ponía en la mesa una gran cantidad de semillas de todo tipo de árboles: robles, álamos, pinos y más, clasificándolas con sumo cuidado. Las buenas a un morral, las malas al fuego.
Al día siguiente, mientras recorría la campiña con sus ovejas en busca de pasturas, caminaba a grandes pasos y con su callado, hacía un agujero en la tierra, plantaba una semilla y la tapaba con el pie. Un paso, una semilla. Todo el día, cada día.
Intrigado, varios días después, nuestro amigo le preguntó al pastor que era lo que hacia:
- Planto árboles...
-.Para que? La zona esta muerta, y de todos modos es muy probable que usted no lo vea!
- Yo no, pero mis hijos, y los hijos de mis hijos lo van a ver.
Nuestro amigo volvió a París a hacer su vida, pero jamas se olvido del Pastor y su solidaria y desinteresada acción.
Dos guerras mundiales después, convertido en un periodista conocido y respetado, al borde de los 60 años, nuestro viejo amigo vuelve a los mismos lugares por los que caminó en su juventud.
A medida que el tren avanzaba le llamo la atención la cantidad de bosques que había nuevamente en la zona. Eran bosques de arboles jóvenes, pero bosques al fin.
La campiña estaba esplendorosa, con los bosques volvieron los animales y los pueblos ya no eran fantasmas.
Al bajar en un pueblo cercano a las tierras donde vivía el pastor, se llevo una tremenda sorpresa, el viejo pastor no sólo estaba vivo, sino que seguía conduciendo a sus ovejas, con la misma costumbre de sembrar semillas por los campos: un paso, una semilla.
Hablando con los lugareños se entero que hacia unos años una comitiva gubernamental vino al sur a investigar la razón por la cual esa zona había recobrado vida de forma inexplicable. Al enterarse de que todo se debía a la acción de un solo hombre y su tenacidad, lo propusieron como ciudadano ilustre y le asignaron una pensión vitalicia en honor a sus actos.
El lo hizo por los que vendrían, sin pensar en si mismo, sin embargo Dios lo bendijo no solo con la posibilidad de verlo, sino con la honra de los hombres y de su gobierno
Cambia tu mundo, decía el artículo.
Cambia lo que puedes cambiar.
Cambia tus actitudes, tus habitos... todo aquello que haces mal, y que vos sabes en tu corazón que esta mal.
No tires esa lata en la calle, ni los desperdicios de tu hamburguesa.
Respeta a tus semejantes, dibuja una sonrisa en tu rostro cada día ( aunque te sientas mal y no te guste nada).
Hace algo que te haga sentir bien.
Luego de leer esto y de compartirlo con mi compañera, decidimos hacer algo. Algo que no fuera para nosotros, y hace más de diez años que los estamos haciendo.
No sabes lo bien que se siente cuando ves que al menos cambiaste el mundo para una persona.
Ojala que esta historia te llegue como me llego a mi y a mi familia.
Yo se que no puedo cambiar al mundo, pero se que puedo cambiar la hectárea que me toca.
Y vos? Estas dispuesto a cambiar tu parcela?