Este martes a las 3 de la mañana un joven de 23 años, perdió la vida al chocar violentamente contra una columna de la ANDE sobre la Avda. Félix Bogado. La prensa, amarillista como siempre, dijo que este joven estaba alcoholizado, lo cual está muy lejos de la verdad.
Carlos Silva, simplemente estaba regresando de comprar helado para su mama. El auto era de su primo, y las botellas de cerveza vacías también.
Quizás te preguntes porqué comento esta noticia que es una más entre los muchos accidentes que hay cada semana.
Es que me toca de cerca.
Carlos es un joven de San Vicente, vecino de nuestra Iglesia, al cual tuve el placer de conocer hace años porque era compañero de colegio de mi hija María Belén. Alegre, lleno de vida, con una eterna sonrisa en el rostro, era un chico de buen corazón que tenía el don de hacerse querer por todo el mundo. Su buen trato y su alegría eran contagiantes, y conquistaban al más duro corazón.
Dolido por la pérdida, molesto por las mentiras de la prensa y por los comentarios groseros e insensibles de personas que se esconden detrás de un seudónimo, me puse a reflexionar sobre su muerte y sobre la actitud que tenemos con relación a Dios y a nuestro llamado.
Carlos estuvo cientos de veces en mi casa. Era un chico afectuoso y que siempre buscaba afecto. Como muchos que llegan a casa, el encontraba en mi familia la calidez de un abrazo y todo el afecto que somos capaces de dar.
PERO EN TODOS ESTOS AÑOS,
JAMÁS LE HABLÉ DE CRISTO NI DEL PLAN DE SALVACIÓN.
Ante semejante revelación de mi propia desidia, hoy me encuentro ante la terrible duda de si Carlitos alguna vez recibió a Jesús en su corazón.
El domingo el Pastor habló del poco tiempo que tenemos, y de lo mucho que queda por hacer. Hablaba de la fragilidad de la vida, de cómo un día podemos estar charlando con una persona y un momento después quizás ya no está entre nosotros; al recordarlo me invadió una sensación de emergencia por la salvación de las personas. Es la gran comisión, es el llamado que tenemos como cristianos, y el Señor no nos quiere tibios. El demanda en Su palabra que seamos fríos o calientes, pero no tibios, o nos vomitará de su boca.
Quisiera poder contagiar esta sensación de urgencia…
Quisiera que Dios nos dé la voluntad de querer y de hacer…
Quisiera que Él nos capacite para Su propósito...
Quisiera pedir perdón por no estar al lado de aquellos que viven con esa sensación, peleando la buena batalla.
Es mi profundo anhelo que Carlitos esté en los brazos de Jesús. Tengo la esperanza de que alguien más comprometido que yo, le haya guiado a Sus pies. No se por qué Dios permitió que le pasara esto, quizás nunca lo sepa, pero si sé que al menos sirvió para que yo recibiera una tremenda bofetada y me despierte de mi letargo.
Hoy, una familia sufre el tremendo e inexplicable dolor de haber perdido a su único hijo. Es mi oración, y espero que sea la tuya de que encuentren consuelo en los brazos de Jesús, y que Carlitos este durmiendo el sueño que merecen los justos, por Su divina misericordia.
El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. 1Pedro 3:9
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Gálatas 6:9
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